El Arcángel es un músico de 30 años, que atraviesa una crisis existencial, emocional, matrimonial y hasta de identidad sexual. Este personaje deja de lado su carrera como músico famoso y se refugia en una isla, cuya ubicación exacta es desconocida. Se trata de una casa de estilo lúdico, con diversos pasillos y rincones. En esa casa vemos a una niña de 13 años (el Arlequín) como una aparición. Si bien en un principio no sabemos cómo llegó ahí, a lo largo de la historia somos testigos de la relación que se forma entre ambos, y que se convierte en la columna vertebral de la novela.
El libro, ilustrado con fotos de arlequines y personajes relacionados, que la autora cataloga como “Romanticismo Digital” por la influencia de esa época y el uso de la tecnología actual, cuenta además con un Soundtrack CD que incluye canciones de “rock teatral”. “Desde un inició no pude concebir la historia desligada de imágenes ni de una banda sonora. A medida que las escenas me venían a la mente, la música se iba se desarrollando por sí sola”. Es así que esta novela cuenta con la colaboración de músicos como José Arbulú, líder de Cementerio Club, Francois Peglau de Los Fucking Sombreros, Sandra Requena de Atómica, Joni Chiappe, así como de José Ignacio López, de El Lazo Invisible, proyecto de música electrónica experimental de Tijuana, México e incluso hay temas producto de la colaboración de la misma autora con los músicos mencionados. La música es una referencia constante en la obra. Así, el lector puede encontrar citas de canciones a lo largo de la historia, e incluso escoger cómo escuchar el disco, siguiendo el orden propuesto por la autora por medio de indicaciones al final de cada capítulo o teniéndolo como un fondo que acompañe la lectura.